Pedir un deseo a una estrella fugaz está fundamentado y tiene sentido, aunque las personas que se rigen exclusivamente por la razón puedan decir lo contrario. Una búsqueda por internet también te puede despistar respecto al origen y verdadera naturaleza de esta creencia, porque se dicen muchas cosas sin fundamento, desvinculadas, además, del carácter sagrado que tiene todo fenómeno cósmico. Pero, ¿por qué cuando vemos una lluvia de estrellas pedimos un deseo?
Cuando un cometa se aproxima al Sol deja un rastro de materia en suspensión como si fueran granos de arena que, hasta entonces, formaban parte de su cola. En un momento dado, la Tierra, en su movimiento de traslación alrededor del Sol, cruza ese material cometario que ha quedado en suspensión. Es entonces cuando ese polvo de cometa, al entrar en colisión con la atmósfera terrestre, a una altura de unos 100 kms., se calienta y vaporiza debido a la fricción, se pone incandescente, produciendo la impresión de ser una estrella que corre por el cielo. Es a eso a lo que llamamos una estrella fugaz, algunas de las cuales llegan a caer a la Tierra y otras no.
En general, esos restos cósmicos con los que tropieza nuestro planeta se conocen como meteoroides. La mayoría se queman con la fricción y de desintegran antes de llegar al suelo (meteoros), pero otros llegan a impactar sobre la Tierra (meteoritos), y algunos de ellos tienen una trascendencia enorme para la evolución de la historia, la supervivencia, la salud, la cultura, la religión, etc. Por eso, el ser humano siempre ha sabido que esas luces que caen del cielo pueden traer la bendición o la maldición, algo muy bueno para ellos o causar una enorme destrucción. Sobre todo, en momentos con lluvias de estrellas tan intensas que parecían encender el cielo. Era normal pedir por el bien, pedir un deseo. Si ves que el cielo entero parece venirte encima, ¿no harías tú lo mismo?
Pues así sigue siendo en la actualidad, aunque no seamos conscientes de ello. Seguimos teniendo el mismo poder de controlar esos fuegos cósmicos: cero. Si ahora mismo cayese sobre nosotros una dantesca lluvia de estrellas, lo único que cabría -para científicos y no científicos, para los que creen y los que dicen no creer- sería rezar, es decir, pedir un deseo. Ya hemos visto recientemente lo que pueden hacer unos pocos meteoritos como los que cayeron en los Urales, Rusia, en febrero de 2013, y qué podemos hacer frente a tan fenomenales bólidos.
Una mezcla de temor y reverencia se adueña del ser humano ante las lluvias de estrellas y meteoritos.
ENERGÍAS CÓSMICAS Y TELÚRICAS
Como señaló Mircea Eliade, por proceder del cielo, esos meteoritos se convirtieron en sagrados, bien por representar a la diosa madre y las energías tanto cósmicas como telúricas, como por haber abierto un agujero en el cielo y, por tanto, establecer un “axis mundi”, un eje central de conexión entre lo humano y lo divino. Esas piedras son sagradas hasta tal punto de ser consideradas la morada de Dios, como lo entienden desde diferentes civilizaciones y cultos. Un elevado número de meteoritos han sido decisivos para el devenir de la historia humana, y hasta podrían ser responsables de nuestra existencia. De hecho, según la teoría de la Panespermia la vida se originó precisamente por el impacto de cometas sobre la Tierra.
Así pues, ¿por qué no creer en la magia y por qué no pedir un deseo? Otra cosa es si los deseos se cumplen, una pregunta que se hace con frecuencia. Pues unas veces sí y otras no. Porque eso es la vida: “Aquello que nos va pasando mientras hacemos nuestros propios planes”, como dijo John Lennon. Te imaginas que se cumpliera todo lo que queremos. Esto no puede ser y, además es imposible, como ya dijo alguien con una redundancia jocosa. Pero las creencias, manías y lo que algunos creen que son meras “supersticiones” funcionan, porque si confiamos en algo y focalizamos las energías en esos objetivos, sintiendo que contamos con un aliado mágico, todo es más fácil, como demuestran llamativos casos de personajes de éxito de todos los tiempos.
FUEGO DEL CIELO
Cuando se analizó la daga hallada en la tumba de Tutankamón, que databa del siglo XIV a.C. saltó la sorpresa: tenía un alto contenido de níquel, algo que solo era posible si se había hecho con material procedente del espacio, es decir, de un meteorito.
Esto demuestra el gran valor que se le concedía a aquel material sagrado llovido del cielo que, además, abrió los ojos a los hombres para dar un salto cultural.
En el segundo milenio a.C. la Edad de Bronce cedía el paso a la Edad del Hierro, un gran avance que probablemente no se habría conseguido sin los meteoritos, ya que era muy difícil alcanzar el punto de fusión del hierro, mucho más elevado que el cobre, con el que se hacía el bronce aliado con el estaño, una técnica que surgió dos milenios antes. Pero un día alguien se dio cuenta de que los meteoritos contenían un material mucho más duro que el bronce y empezaron a darle varios usos, algunos de los cuales tenían enormes ventajas sobre el bronce, como eran las herramientas y las armas.
Sin duda, los hombres de la Edad de Bronce se percataron de las ventajas que ofrecían esas bolas de fuego que caían del cielo, porque ese material de los meteoritos les facilitaba dar un gran salto. Una de las pruebas más palpables es el lenguaje, ya que numerosos pueblos llamaban al hierro con palabras que lo relacionan directamente con el cielo y los meteoritos: para los egipcios era “rayo del cielo”; para hititas y sumerios, “fuego del cielo”, mientras que los asirios le llamaban directamente “metal del cielo”. Aún hoy, una gran parte del níquel que se usa en todo el mundo proviene de meteoritos.
METEORITOS HISTÓRICOS
Las influencias de los meteoritos sobre la humanidad no fueron solo algo material o pragmático, sino también espiritual y mágico, como era todo en aquellos tiempos, y como lo siguen siendo ahora a pesar de todo de que la cultura dominante ya no lo entienda así. Aunque sí los grandes místicos y filósofos. Los meteoritos representaban, con frecuencia la mismísima “casa de Dios” o bien representaban alguna divinidad, y como tal eran adorados y ocupaban lugares centrales en importantes templos, como demuestran estos pocos ejemplos.
La piedra negra de Pesinunte era un meteorito sagrado que custodiaban los hititas en un santuario dedicado a la diosa Atargatis en Asia Menor, casi en el centro de la actual Turquía. Corrían las Guerras Púnicas cuando, en el año 205 a.C. los romanos consultaron los libros sibilinos para hallar la mejor solución al conflicto. Y el oráculo les propuso ir a traer aquella famosa piedra negra. Cuando la consiguieron, la llamaron Magna Mater y la asociaron a la diosa Cibeles, cuya génesis se creía que había surgido de una piedra negra. Los prodigios de este meteorito entre los romanos empezaron nada más llegar a Italia y empezar a remontar el río Tíber; luego, fue instalada en el templo de la Victoria, en el Capitolio, donde pasó a ser venerada.
El Benben (“el radiante”), piedra sagrada del templo del Sol, sobre la “colina de arena” en Heliópolis (cerca del actual El Cairo), Egipto, también era un meteorito. Y ocupa un lugar central en la mitología. De hecho, se describe como la primera montaña que surge del Caos Primigenio. Era la piedra sobre la que se posaba el mítico pájaro Bennu (el Ave Fénix) y también la que da origen a alguna de las más importantes divinidades de Egipto, como el dios Atum, el dios solar que inunda de luz lo que antes permanecía en las tinieblas. Con su original forma cónica, se supone que inspiró la arquitectura y construcción de obeliscos y piramidones.
La Kaaba, lugar sagrado de peregrinación para el Islam y considerada la “casa de Dios”, está presidida por una piedra negra que se encuentra en su interior engastada en una gran pieza de plata. Es un meteorito que algunos consideran un fragmento de la Osa Polar. Los musulmanes creen que esta piedra se la entregó el arcángel Gabriel a Abraham y a su hijo Ismael, quienes la colocaron donde ahora se halla, en el Este de ese edificio cúbico que es la Kaaba. Marca el inicio y el final de cada una de las siete vueltas rituales que los peregrinos deben dar.
El Ónfalo (ombligo), piedra sagrada que ocupaba el centro del oráculo de Delfos, en Grecia, dedicado al dios solar Apolo, era un meteorito, como hace suponer la mitología que la envuelve y el hecho de que se la venerase. De forma cónica y de medio huevo, ocupaba un lugar que era considerado el centro de la creación. Según la mitología fue el propio Zeus quien la colocó para señalar el centro del mundo.
Así pues, amigos, cuando veáis una lluvia de estrellas, sabed que estáis viendo material sagrado y mágico. Y, por esa unión invisible pero poderosa que tenemos con el Cosmos, podemos sintonizar con ese material para elevar el espíritu, amén de disfrutar de tan bello espectáculo.
cordial saludo desde bogota colombia eres lo maximo
Gracias, Luzma.
Un abrazo y suerte
siempre me ha interesado lo misterioso lo astrológico es fascinante que bueno que se te pueda consultar gracias por tus conocimientos tan sabios esperando que me des buenas vibras saludos y que tengas siempre un bello día abrazos
Gracias, Charito, espero que sigas disfrutando.
Un abrazo y suerte
M ha encantado el artículo! Mil gracias Vicente! Tus conocimientos nos hacen más sabios y felices a todos! Gracias!
“Más sabios y felices”. Qué bonito lo que me dices. Me gusta contribuir a eso. Gracias a ti, Bisila, por tu hermoso comentario.