Observar el cielo de verano es una de las experiencias más gratas de la existencia.

Este artículo es parte de uno que fue publicado en la revista mensual Tu Suerte -fundada y dirigida por Vicente Cassanya- número 230, correspondiente al mes de agosto de 2014

“¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu”. André Maurois

El Verano es una estación maravillosa para disfrutar del aire libre y de la naturaleza, pero también del cielo estrellado. La climatología invita a pasar horas al raso en plena noche, incluso la noche entera, lo que podemos aprovechar para alucinar con las estrellas, los planetas, las constelaciones y todas esas fascinantes luces que están en la bóveda celeste para que, por las noches, sepamos que no estamos solos.

Las constelaciones son agrupaciones de estrellas formadas como un modo de reflejar los mitos en el cielo y como una forma mnemotécnica que haga más fácil el reconocimiento de las estrellas. Están configuradas, pues, no de forma natural, sino de un modo que tenga sentido para el ser humano, para que éste pueda comprender el Cosmos y sentirse reflejado en él.

No se sabe exactamente desde cuándo nuestros ancestros empezaron a observar y adorar el cielo, pero hay sobrados indicios para pensar que ya lo hacían los Neandertales hace unos 50.000 años. Seguramente, a medida que avancen nuestros todavía limitados conocimientos de la historia de la humanidad, descubriremos con asombro que los hombres ya estudiaban, contemplaban y adoraban el cielo, tratando de mimetizarse con él, muchos miles de años antes. Las constelaciones como tal empiezan a idearse, según se cree, en el Periodo Solutrense del Paleolítico Superior (20.000 a 16.000 a.C.). El cielo en su conjunto es un espectáculo maravilloso que pone poesía a nuestras vidas y nos hace soñar despiertos, pero a nosotros nos interesan especialmente las constelaciones zodiacales. Estas agrupaciones de estrellas que configuran el Zodiaco se supone que evolucionan a partir del 5.600 a.C. en Babilonia y se completan a lo largo de milenios posteriores.

Te invito a que este mes de agosto tomes la observación del cielo nocturno como una diversión y una asignatura al mismo tiempo. Aprender a reconocer el cielo estrellado es fascinante. En estos tiempos en los que las pantallas se han hecho tan imprescindibles, mirar el cielo es observar la mayor y más preciosa pantalla que haya existido jamás, un lienzo de dimensiones infinitas y de una riqueza de significados y conocimientos abrumadores.

Las constelaciones más importantes que se pueden ver en el cielo de verano son las siguientes:

Mirando hacia el norte: Osa Mayor, Osa Menor, Dragón, Perseo, Casiopea, Cefeo, Jirafa y Hércules.

Mirando hacia el sur: Águila, Ofiuco, Cisne y Pegaso. Pero ahí también están las constelaciones zodiacales del momento, que son Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

Cielo de verano y mitología zodiacal

Es mucho más fácil y agradable mirar el cielo cuando hay historias detrás, y las estrellas son ricas en ellas. Haremos una breve descripción mitológica de las cinco constelaciones zodiacales más visibles del mes central del verano.

Escorpio

La octava constelación del Zodiaco representa un escorpión.

Cierto día estaba la diosa lunar Artemisa cazando en el bosque cuando se la apareció el gigante Orión que intentó violarla. La casta diosa solicitó entonces la ayuda de un escorpión, que picó mortalmente al gigante. Otra forma del mito dice que el castigo se debió a que Orión se jactó de que podía matar a todos los animales salvajes. La cuestión es que, para compensarle por tal servicio, Artemisa ubicó al escorpión en el cielo, pero opuesto al lugar que ocupaba Orión, de tal modo que, cuando uno sale por el horizonte Este, el otro se esconde por el Oeste. Encima de esta constelación está la de Ofiuco, para inmortalizar al sanador Asclepio, que curó a Orión y mató al escorpión con un pisotón.

Su estrella principal es Antares, que significa la opuesta a Marte, y representa el corazón del escorpión. Hace unos 5.000 años el paso del sol por este signo coincidía con el Equinoccio de Otoño, de ahí que Antares fuera una de las estrellas reales junto a Aldebarán, de Tauro, Régulus, de Leo y Fomalhaut, de Acuario.

Sagitario

La novena constelación del Zodiaco representa un ser mitológico, mitad hombre, mitad caballo, que apunta con una flecha y el arco en tensión.

Quirón era el más célebre, sabio y justo de los centauros, educado por Apolo y Diana. Pero un día fue víctima de una herida incurable en la rodilla, por lo que prefirió abandonar su inmortalidad, que cedió a Prometeo. Entonces Zeus lo colocó en los cielos para formar la constelación de Sagitario. Otros mitos dicen que, con su arco, apunta a Antares, el corazón del escorpión, pero es más romántico, y quizá apropiado, pensar que su arco tenso y su flecha apuntan al centro de la galaxia, con el que coinciden las estrellas de su constelación. Si observamos la Vía Láctea (nombre de nuestra galaxia), veremos que atraviesa las constelaciones de Géminis y Sagitario.

Guarda relación con el dios arquero Nergal.

Capricornio

La décima constelación del Zodiaco representa una cabra con cola de pez.

Esta combinación de cabra y pez se asocia a Pan, un sátiro con patas de cabra. Rea envío al monstruo Tifón a destruir a los dioses del Olimpo. Pan se zabulló en un río para convertirse en pez y escapar, pero solo se había convertido a la mitad cuando el monstruo desmembró a Zeus. Para asustar al monstruo Pan lanzó un enorme chillido que, además, hizo que acudiera Hermes. Entre ambos recogieron los pedazos de Zeus y lo recompusieron. Entonces, el dios de los dioses colocó a Pan en los cielos en forma de constelación de Capricornio.

También se asocia con el dios caldeo Oannes, medio hombre, medio pez.

Acuario

La undécima constelación representa a un hombre que vierte el contenido de una jarra a un río.

Ganímedes era el más hermoso de los jóvenes de la Tierra, por lo que fue elegido por los dioses para llevar la copa dorada de néctar de los dioses y le concedieron el don de la eterna juventud. Zeus se encaprichó de él y se convirtió en águila para raptarlo y llevarlo al Olimpo para convertirlo en su copero personal. Pero los celos de Hebe enfurecieron a Zeus de tal modo que acabó elevando a Ganímedes a los cielos para convertirlo en la constelación de Acuario.

En Egipto esta constelación se asocia a Hapi, el dios que propiciaba las inundaciones del Nilo.

Piscis

La duodécima constelación zodiacal está formada por dos peces atados por la cola que nadan en sentidos opuestos.

Representa el mito de Venus y su hijo Cupido (Afrodita y Eros en la versión griega) que, para escapar del monstruo Tifón cuando fue enviado por Rea para destruir a los dioses del Olimpo, se convirtieron en peces y se tiraron al río. Para no perderse, se ataron por las colas.

En la antigüedad esta constelación la formaba un solo pez. Según cuenta el griego Eratóstenes, era la diosa siria Derke (Atargatis para los griegos), encarnada en un gran pez con cara de mujer.

Figuras clásicas del cielo de verano: El Triángulo de Verano

Atravesado por la Vía Láctea, este gran triángulo llama poderosamente la atención al estar formado por tres de las estrellas más visibles del hemisferio boreal. Bode fue el primero en dibujarlo en un mapa, en 1816, pero se conoce con este nombre desde los años 30 del pasado siglo. Lo componen las estrellas Vega, Deneb y Altair, de las constelaciones de la Lyra, el Cisne y el Águila, respectivamente.

Se sitúa entre la Osa Menor y el arco que forman las constelaciones zodiacales de Escorpio, Sagitario, Capricornio y Acuario.

Este triángulo está destinado, además, a participar en un relevo auténticamente estelar. Debido a la Precesión de los Equinoccios –un movimiento de cabeceo de la Tierra que emplea cerca de 26.000 años en dar una vuelta completa-, la estrella que señala el polo norte va cambiando. Si ahora es la Estrella Polar la que marca el norte, en torno al año 9.000 será Deneb, y en torno al 13.000, Vega. Así pues, dos de las estrellas de este famoso triángulo serán, en el futuro, las estrellas que marcarán el polo norte de nuestro planeta.

Para saber más, puede interesarte ver uno de los vídeos de Conferencias y vídeos 2018

Lluvia de estrellas del cielo de verano: Las Perséidas

La más famosa lluvia de estrellas se puede ver desde mitad de julio hasta finales de agosto, aunque su momento cumbre es la noche de 12 de agosto.

Para verlas, no necesitas telescopio, prismáticos ni nada extra. Tan solo es cuestión de salir a un lugar despejado en todas direcciones, donde no haya luces y puedas estar a gusto. Cuanto más oscuro esté y más naturaleza, mejor. Claro, con el horizonte despejado, al menos hacia el noreste. Conviene llevar una manta o algo sobre lo que tumbarte en el suelo, boca arriba y esperar a ver cuándo aparece una estrella fugaz por aquí, otra por allá.

Y que no se te olvide: cuando veas una estrella fugaz, pide un deseo.

El mejor momento para observarlas, la noche del 12 al 13. El horario más apropiado, de las 22 hasta las 3 de la madrugada.

El lugar desde el que salen las estrellas fugaces se llama punto radiante. Está hacia el noreste, en la constelación de Perseo –el héroe que acabó con Medusa y rescató a Andrómeda-, pero se pueden ver en una amplísima área celeste. Es aconsejable mirar en un área de unos 20 grados alrededor de dicha constelación. ¿Qué no sabes cómo medir los 20 grados? Extiende el brazo y mide un palmo desde la constelación citada hacia cualquier lugar.

Cada vez que el cometa Swift-Tuttle se aproxima al Sol -lo que hace en ciclos de unos 130 años; la última vez fue en 1992-, deja un rastro de materia en suspensión como si fueran granos arena que, hasta entonces, formaban parte de su cola.

Cada año, en su movimiento de traslación alrededor del Sol, la Tierra cruza ese material cometario que ha quedado en suspensión. Es entonces cuando ese polvo de cometa, al entrar en colisión con la atmósfera, a unos 100 kms., se calienta y vaporiza debido a la fricción, se pone incandescente. Eso da impresión de ser una estrella que corre por el cielo. Es a eso a lo que llamamos una estrella fugaz.

Según el mito, Perseo (la constelación donde tienen el punto radiante) nació de una lluvia de oro con la que Zeus embarazó a Dánae. ¿Y si los antiguos crearon este mito a partir de la observación de las lluvias de estrellas fugaces de las Perséidas? Romántica idea, ¿verdad?

Para saber más, puedes leer:  Perséidas, la magia de las estrellas fugaces