Conocer a fondo la sencilla cuestión de cómo surge la idea de año bisiesto supone un conocimiento del calendario, cuya evolución pertenece a la cultura astrológica. El calendario es, sin lugar a dudas, la principal herramienta con la que la Astrología ha contribuido al desarrollo histórico-social. De este modo, la Astrología es una ciencia del tiempo, puesto que los ritmos del Cosmos son fundamentales para la vida. Los calendarios nacen por la necesidad del ser humano de adaptarse y sobrevivir a las condiciones cambiantes de la naturaleza determinadas por los astros.
LOS CALENDARIOS PRIMITIVOS
Mirando el cielo, la primera medida evidente del tiempo para las civilizaciones más antiguas era dividir un año en lunaciones. El retorno cíclico de las estaciones y de las lunas llenas fue la base del calendario, de la noción del año (ritmo de las estaciones) y de los meses (ritmo de las lunaciones).
Así, en la antigüedad occidental, los primeros calendarios fueron solilunares, tratando de dividir el año en 12 meses al ritmo de las lunaciones. Pero la dificultad devino porque no hay un número entero de días en una lunación (entre 29 y 30 días) ni un número entero de lunaciones en un año (12, pero a veces, 13). De este modo, a medida que los cálculos se iban haciendo más precisos se iban quedando desfasados los primeros calendarios.
El problema no era sencillo, pues se trataba de sincronizar un calendario anual de 365,2422 días con un mes lunar de 29,5306 días, lo que da un total de 12,3683 lunaciones por año.
EL CAÓTICO CALENDARIO DE ROMA
Roma tenía un verdadero desorden entre los años y los días. El imperio se regía por un calendario caótico instaurado por Rómulo, el mítico primer rey de Roma. Contenía 355 días, divididos en 12 meses, y eso después de que Numa Pompilio, su sucesor, añadiera los meses de januarius y februarius (tras un primer período de 10 meses tan sólo, que empezaban en marzo y terminaban en diciembre). El año comenzaba por un mes dedicado al dios preferido de los romanos, Marte. Su calendario era el siguiente: Martius (31 días), Aprilis (29), Maius (31), Junius (29), Quintilis (31), Sextilis (29), September (29), October (31), November (29), December (29), Januarius (29) y Februarius (28). Como se aprecia, de Quintilis a December el nombre de los meses venía por el lugar que ocupaban dentro del año (del quinto al décimo). Estos 355 días hacían correr rápidamente el calendario, de forma que, para corregir el desfase con los ciclos de la naturaleza, se le añadió un mes suplementario (Mercedonius) cada diez años, colocado curiosamente entre el 23 y el 24 de febrero (el 23 era el día de las fiestas de fin de año: “Terminalia”). El derecho de intervención de los Pontífices, que hacía del calendario un fuerte medio para los fraudes (avances y retrasos de los cambios, prolongación de las magistraturas, etc.) había conducido a un desvío completo de la celebración de las fiestas.
Por eso, el dictador Julio César, en el año 708 de Roma (46 a.C.) decidió remediar esta anarquía gracias a la historia de amor que vivió con Cleopatra, la reina de Egipto, en la mítica Alejandría, la ciudad que fundara Alejandro Magno en el siglo IV a.C. A raíz de la historia de amor, pasión y poder entre estos dos grandes personajes, Julio César descubrió la exactitud del Calendario Egipcio, el primer calendario solar de la historia.
EL CALENDARIO JULIANO Y EL AÑO BISIESTO: UNA HISTORIA DE AMOR Y UN ASTRÓLOGO
Decidido por Julio César, de ahí su nombre, el Calendario Juliano fue elaborado más seriamente, según los consejos de Sosígenes, un astrólogo de Alejandría, que decidió redondear el año lo máximo posible a lo que él había estimado, prácticamente 365,25 días. La solución estaba, entonces, en años de 365 días, con un día suplementario cada 4 años. Una solución que podría haber llegado un par de siglos antes, en el Concilio de Canope, pero a la que se opuso la casta sacerdotal de Egipto.
Este día suplementario cada cuatro años reemplazó al mes Mercedonius, como el 24 de februarius, porque había que respetar el orden entre días fastos y nefastos. Así, cada cuatro años había dos veces un 24 de februarius, pero como ese día, con la extraña denominación de los días que también tenían los romanos, se llamaba “ante diem sexto calendas Martius” (sexto día antes de las calendas de Marzo), el día doblado tomó el nombre de Bissexto Calendas Martius“, de ahí el nombre actual de bisiesto.
Este año 708 de Roma fue una verdadera confusión, ya que, para recuperar el retraso acumulado en el transcurso de los años precedentes, había que hacer una corrección de 445 días. Y eso se resolvió de un plumazo, con la instauración del nuevo Calendario Juliano que empezó el 1 de enero del 45 a.C.
Desde entonces, el año comienza en enero en lugar de marzo, como debería ser, por cierto, ya que es tiempo de primavera, cuando el Sol entra en Aries y comienza el ciclo zodiacal.
Además, el césar Julio se apropió del quinto mes, y así fue como Quintilis se convirtió en el mes de Julio.
Pero Julio César fue asesinado al año siguiente, algo que ya pronosticó con total acierto su astrólogo y que había soñado de forma premonitoria su mujer. Y entonces, de nuevo un error: los ediles de la época comprendieron mal el cálculo de Sosígenes, y aplicaron un día bisiesto cada 3 años en lugar de cada cuatro (desde el 46 a.C. hasta el 8 a.C.)
Para corregir este error, el emperador Augusto (que aprovechó entonces para apoderarse el mes siguiente a Julio, con tal de no ser menos, Sextilis se convirtió en Agosto) corrigió de nuevo el calendario romano y decretó la suspensión de los años bisiestos durante 16 años, recuperando así los cuatro días bisiestos erróneos.
Así, en la época de Julio César el calendario estaba aún adelantado 2 días, lo que hacía que un 24 de diciembre correspondiera verdaderamente al solsticio de invierno.
Para ser claros, y adoptando la numeración astronómica de los años negativos (ver más adelante), los años siguientes fueron bisiestos, tras la creación del calendario juliano:
-44, -41, -38, -35, -32, -29, -26, -23, -20, -17, -14, -11, -8; mientras -4, 0, 4 y 8 no fueron bisiestos (reforma de Augusto). Las cosas volvieron a la normalidad cada 4 años a partir de año 12, 16, 20 etc.
¿EL NACIMIENTO DE JESÚS?
Durante los primeros siglos de nuestra era, todas las fechas se contaban aún a partir de la Fundación de Roma.
El 29 de agosto del año 284 inauguró una nueva era, llamada era de los Mártires (o era de Diocleciano).
El ajuste del calendario al nacimiento de Jesús fue una proposición de un monje, Dionisio el Exiguo (muerto en Roma el año 540). Sus complejos cálculos le condujeron a colocar el nacimiento de Cristo el 25 de Diciembre del año 753 de la Fundación de Roma. La Iglesia adoptó su proposición el año 532.
Con esta numeración, el año precedente al año 1 fue anotado como “1 antes de Cristo”; así Cristo habría nacido el 25 de Diciembre del año 1 a.C. Siendo incómoda esta numeración, sobre todo para nuestros ordenadores, hemos adoptado una numeración negativa, haciendo intervenir el año 0. Así, en esta numeración, el año 1 a.C. se convirtió en año 0, el año 2 a.C. en el año -1, etc.
EL CALENDARIO GREGORIANO ADAPTA EL CONCEPTO DE AÑO BISIESTO
Aunque el calendario Juliano encajaba bastante bien por el número de días de un año, no era perfecto (suponía un año de 365,25 días en lugar de 365,2422). Esta pequeña diferencia hacía que el calendario retrasara 3 días en cuatro siglos, lo que tenía sus consecuencias. Así, la fiesta de Pascua se celebraba cada vez más pronto, lo que alertó a las autoridades eclesiásticas (Pascua es el Domingo que sigue a la primera Luna Llena de la Primavera).
Trataron de encontrar una solución a través de varias reuniones de astrólogos y de Concilios (Avignon 1344, Constancia 1415, Bàle 1434) sin llegar a una solución satisfactoria para todos. El problema era cada vez más urgente y finalmente fue en el Concilio de Trento (1545 – 1563) cuando el papa Gregorio XIII encargó la reforma del calendario. Con esta finalidad mandó erigir en el Vaticano una torre de observación y nombró una comisión de sabios. Quien finalmente encontró el sistema actual fue Luis Lilio, y por eso se llamó, en primera instancia, “Calendario Liliano” antes de consagrarse definitivamente como “Calendario Gregoriano”.
En 1582, el equinoccio de primavera acontecido el 11 de Marzo se avanzó 10 días sobre la fecha teórica del 21 de Marzo que había sido asignado por el Concilio de Nicea. Para restablecer el equilibrio, el papa Gregorio XIII promulgó la bula Inter Gravissimas por la que se suprimieron 10 días en 1582, pero conservando el orden de la semana. Así el Jueves 4 Octubre de 1582 fue seguido por el Viernes 15 de Octubre (para la Iglesia Romana).
Cada país adoptó la reforma más tarde. En España, Portugal y Francia, por ejemplo, fue ese mismo año 1582, pero muchos países la adoptaron más tarde; 1584 para los estados católicos de Alemania y Suiza; 1700 para los estados protestantes de los Países Bajos, de Alemania y de Suiza; 1752 para Inglaterra y Suecia. Los países ortodoxos (Rusia, Bulgaria) no adoptaron hasta el siglo XX, y entonces fue necesario recortar 13 días.
Además, se hizo necesaria una reforma de días bisiestos para impedir que este desvío se reprodujera. Y se decidió así:
- Los años múltiples de 4 serán bisiestos
- Los años múltiples de 100 no serán bisiestos
- Los años múltiples de 400 serán bisiestos
La Reforma Gregoriana evita así los tres días de más que cada 400 años provocaba el calendario Juliano.
Este artículo fue publicado por primera vez en el Anuario Astrológico del año 2000, que también fue bisiesto como lo es este año 2016. Esta vez lo publico con ligeras modificaciones y añadidos.