El 9 de mayo Mercurio pasará por delante del disco solar, un fenómeno que se puede calificar de eclipse mercurial, algo similar a los eclipses de luna que se producen cuando nuestro satélite pasa por delante de nuestra estrella, interponiéndose entre ella y la Tierra. Todo eclipse supone una variación en las vibraciones y energías que nos envían los planetas, por tanto, un claro mensaje para los humanos. Un tiempo especial para sintonizar y reequilibrar nuestras energías con el Cosmos.

Este tránsito mercurial ocurre con relativa frecuencia, unas trece o catorce veces por siglo, con intervalos regulares cuyos efectos aún no han sido debidamente estudiados por la astrología y que suponen uno de tantos estudios pendientes que debemos abordar.

Mercurio tiene una órbita de unos 7 grados de inclinación. Si no fuera así, pasaría por delante del disco solar cada vez que hubiese una conjunción inferior con el Sol, algo que ocurre tres veces por año. En cambio, debido a su órbita, ese tránsito se produce tan solo cuando la conjunción inferior (ver recuadro) coincide con uno de sus nodos, puntos de intersección de su órbita con la Eclíptica. El tránsito se efectúa de este a oeste del disco solar porque siempre ocurre con Mercurio retrógrado, es decir cuando, vista desde la Tierra, el planeta parece ir hacia atrás en lugar del habitual sentido directo.

Mercurio pasa por delante del disco solar en ciclos de 3, 7, 10 o 13 años, con ciclos mayores de 46 y 217 años. Siempre, en mayo o noviembre, dependiendo si es en conjunción a su nodo sur o a su nodo norte, respectivamente. Aunque antes del siglo XVII se producían en abril y octubre, lo que se explica por el desplazamiento del perihelio de Mercurio, cuyo estudio, por cierto, ha servido para demostrar algunas teorías de Einstein.

Cuando se produce en mayo está en su afelio y, por tanto, más cerca de la Tierra que cuando se produce en noviembre, que pasa por su perihelio. Los tránsitos de noviembre tienen doble frecuencia que los de mayo. Aquellos se repiten en intervalos de 7, 13 o 33 años, mientras que los de mayo solo en intervalos de 13 o 33. Esto se debe a que en noviembre está cerca del perihelio, punto de su trayectoria más cercano al Sol, por tanto, hay menos paralaje, por lo que, visto desde la Tierra, es más fácil que encaje en el disco solar.

 

ENERGÍAS Y VIBRACIONES

Ya lo dijo Tesla: “Si quieres entender el Universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración”. El ser humano es un microcosmos que vibra en sintonía con el macrocosmos. Cada fenómeno que ocurre a nivel cósmico nos influye, aunque aún no estemos capacitados para entenderlo ni seamos conscientes de ello.

Todo eclipse, ya sea de Sol o de Luna, tiene un claro significado para el ser humano, sobre todo para aquellos cuyas cartas astrales tengan puntos zodiacales sensibles allí donde se producen los eclipses. Son fenómenos que abren una ventana al Cosmos, que ofrecen una nueva oportunidad para reequilibrar las energías y dar un nuevo impulso a la vida.

El tránsito de Mercurio es exactamente eso, un eclipse de Mercurio. En consecuencia, representa una ocasión excepcional para volver a conectar con el Cosmos y reequilibrar las energías, para iluminarnos. Esto es algo muy necesario en tiempos tan desencantados como los que vivimos, en los que el alma humana parece haber perdido el vínculo con lo sagrado y con las energías primordiales, donde vivimos como abducidos y acelerados hacia la nada.

Mercurio, como mensajero de los dioses, tiene la misión de establecer conexiones y diálogos; en este caso, como los que hay entre el hombre y el Cosmos. Mercurio rige, además, el sistema nervioso, una compleja red que demuestra la trascendencia de que las conexiones funcionen bien y del fluir de las energías. Sin el concurso de Mercurio, estaríamos aislados del mundo, porque es el que representa todo tipo de transición entre el ser humano y su entorno. Es el planeta que domina el intercambio y la conexión entre nosotros y el exterior, como la función de la respiración, que nos da vida con el oxígeno. Más allá, es el planeta de la razón, el que rige los procesos mentales y los puntos a los que prestamos atención. En la mitología, se representa como un joven que calza sandalias aladas y suele llevar un caduceo en la mano.

 

LOS CHACRAS Y EL CADUCEO

Paradójicamente, muchas de las energías que gobierna Mercurio están más allá de la razón, interviniendo en puntos energéticos tan importantes como los chacras, esos siete vórtices energéticos que los alquimistas llamaban “los sellos de los planetas”. Como en la propia alquimia, hacer fluir las energías de los chacras equivale a lograr la mayor vibración posible, siendo más conscientes para desarrollar el pleno potencial. En ese proceso, es imprescindible conectar con las energías esenciales, tanto propias como del Cosmos.

Para los alquimistas, la energía vital estaba estrechamente vinculada a la luz de los siete astros clásicos (Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), mientras que sus tres principios básicos son: Sal, Azufre y Mercurio, de los cuales el primero corresponde al cuerpo, el segundo al alma y, precisamente el tercero, el que tiene la vibración más elevada, se asocia al espíritu y al nivel Rubedo, es decir, al que corresponde a la iluminación. Este tercer nivel es el que sustenta los principios de regulación y armonización, a los que se llega mediante la introspección y el trabajo interior. Paso que deberá dar todo el que quiera convertir el plomo en oro, esa metafórica e imprescindible operación para elevar cuerpo, mente y espíritu a su máxima vibración.

En la India es tradición enseñar a despertar el Tercer Ojo, el ojo de la iluminación, activando los siete chacras mediante una técnica conocida como Kundalini yoga, cuya finalidad es aumentar el autoconocimiento, la intuición y la creatividad. Su símbolo esotérico es precisamente el Caduceo, que se representa con dos serpientes enroscadas en torno a un palo, una vara de siete nudos en la India, que representa los siete chacras y también la columna vertebral o el eje del mundo.

 

EL VIAJE DEL HÉROE

Cuando Mercurio transita sobre el disco solar añade una dimensión extra a un tránsito que es importante en sí mismo: la conjunción inferior de Mercurio con el Sol, es decir, las fases de retrogradación de Mercurio. Y ahí ocurren dos cosas importantes: La primera, que el planeta permanece invisible, oculto a nuestros ojos. La segunda, que cambia su sentido para ir hacia atrás, al menos visto desde la Tierra. Ambas tienen profundas repercusiones.

Ese viaje a la oscuridad sugiere adentrarse en el subconsciente, escrutar aquello que permanece invisible a los ojos o a la razón. Es tiempo de reflexión, de interiorización y de recopilar datos. Es tener el valor de efectuar el viaje del héroe, capaz de reconocer sus propias sombras o cuáles son los puntos que suponen un reto para superarse a sí mismo, capaz de enfrentarse a los monstruos que se interpongan en su camino. Es atreverse a ser consciente para comprometerse a mejorar todo aquello que Mercurio representa: centrar más la mente y los pensamientos, crear conexiones limpias y directas con las energías universales que nos dan la vida, respirar y vibrar al unísono con el Cosmos. Bien enfocado, Mercurio nos ofrece una nueva oportunidad cada vez que efectúa este tipo de movimiento.

Si a esto le añadimos su paso por delante del disco solar, es como un trazo de pintura sobre un lienzo que representa la esencia del ser, porque eso es el Sol astrológico, la esencia de lo que somos. Resulta así que ese proceso de iluminación que hemos visto cómo representa Mercurio puede imprimirse sobre el propio espíritu, modificando incluso nuestra propia percepción y poder de realización personal. Una gran oportunidad que no podemos desaprovechar.

El Thot de los egipcios, el Hermes de los griegos o el Mercurio de los romanos son ese mismo dios que va a comunicarse con nosotros a través de este singular tránsito del planeta por delante del disco solar. Entonces, será mejor escuchar más y hablar menos, actuar menos y observar más, reflexionar, meditar, buscar momentos de soledad y paz interior para conectar con las propias verdades, revisar esquemas y planteamientos, ser consciente de cómo podemos entender mejor el mundo que nos rodea y, al mismo tiempo, cómo podemos mejorar la forma de comunicarnos. Un profundo ejercicio de introspección que puede acercarnos a la iluminación, tal y como la entendieron siempre los grandes iniciados.

 

TABLA DE TRÁNSITOS DE MERCURIO

Pierre Gassendi fue el primero que observó uno de estos tránsitos el 7 de noviembre de 1631, años después de que Kepler predijese que podían darse este tipo de tránsitos.

Hasta ahora, el último tránsito de Mercurio sobre el Sol se produjo en noviembre de 2006. El próximo se dará en noviembre de 2019.

Esta es la lista de tránsitos de Mercurio sobre el disco solar desde mitad del siglo XX hasta mitad del siglo XXI:
14 noviembre 1953

5 mayo 1957

6 noviembre 1960

9 mayo 1970

10 noviembre 1973

12 noviembre 1986

6 noviembre 1993

15 noviembre 1999

7 de mayo de 2003

8 de noviembre de 2006

9 de mayo de 2016

11 de noviembre de 2019

13 de noviembre de 2032

7 de noviembre de 2039

7 de mayo de 2049

9 de noviembre de 2052

 

OBSERVACIÓN

Esta vez el tránsito de Mercurio se producirá el día 9 a su paso por el afelio, una distancia de 0,55674 unidades astronómicas de la Tierra, con un diámetro aparente de 12,1”.

Que nadie lo observe a simple vista ni mire directamente al Sol, porque se pueden dar graves lesiones oculares; tampoco vale mirar a través de radiografías y otros apaños caseros o improvisados. Además, no será visible a simple vista. En España, si el tiempo lo permite, se podrá ver aproximadamente desde las 13 hasta las 21 horas.

Este es el mapa de los lugares desde los que se podrá observar el fenómeno, a menos que lo impidan las nubes.

Transito Mercurio

 

Artículo publicado en el Anuario Astrológico 2016 de Vicente Cassanya en septiembre de 2015. Allí, con un poco más de información sobre la fenomenología de Mercurio.